jueves, 1 de agosto de 2013

Así es el amor

Ya no quedan muchas letras para hablar de cosas tristes. Demasiado tiempo se pasa creyendo que el drama puede estructurar el sentido de la vida. Lo único que vale aquí realmente es caminar, franquear puertas sin olvidar cómo salir de ellas, cambiar de ojos, ciudades, ángulos de luz.

Aquí hay un mercado regido por los reyes de la baraja, una plaza en la que ya no queda el olor ácido de la cebada y sí los rastros de gente con ruta y sin camino, una red subterránea que se come las entrañas de lo viejo y muchos, muchos perros asediados por sus dueños, con chip y correa, lanzando dentelladas al mundo cuando los sacan a pasear.

Caminamos oliendo los árboles, haciéndonos llaves disimuladas en la sala de exposiciones. Te beso, me abrazas, las fantasmagorías nos abren más los ojos, queremos ir a la luna y descubrir la luz en lugar de darla por sentada. Como no podemos, nos comemos seis croquetas de jamón y dos cervezas, caminamos por el Paseo del Prado y nos ponemos un poco triste porque los coches lo arruinaron para siempre. Porque el monumento de los fusilados tiene siempre la puerta cerrada. Porque nada de esto tiene que ver con la vida de la gente, excepto como decorado.

Volvemos a casa y los periquitos de oro revolotean sobre la testuz de los búfalos de agua, que nos dan la bienvenida. La ropa nos sobra. Así es el amor.



Rey de oros. Intervención en el Mercado de la Cebada de Madrid. Proyecto Borondo.

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