viernes, 9 de mayo de 2014

No te quedes por amor

Nos cambia el tiempo, nos cambian las horas,
otra vez estamos tú, yo y el mundo jugando
a ver quién se cansa primero
de prometer y no cumplir los términos.

Todo esto está muy bien:
la casa con las cacerolas y el delantal
de una mujer que nunca conoceremos;
el bar lleno de vecinos,
el bar lleno de emeterios,
el bar lleno de madridistas e incluso
los bares caros de las callejuelas
vacíos y dignos como viejas alcanforadas.

Esta ciudad es tan antigua como sus caminantes:
ya la he visto con los pies desnudos, balbuceando,
borracha y soez por las esquinas turbias
y tremendamente triste, en una mesa solitaria,
esperando una muerte minúscula, porque sabe
que nada se acaba, nada permanece y las historias
son sólo de quienes las viven.

Nada queda en los edificios, solo cacharros viejos,
marcas de cuadros en las paredes y nombres en los buzones.
La ciudad es mala aunque glorifique lo acabado,
aunque guarde
las actas de nacimiento de sus tugurios
y nos jure que nos quiere,
que también somos sus hijos
y no nos olvidará.

No le creas, no te quedes por amor:
no hay nada tan joven y cruel

como una gran ciudad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario