viernes, 28 de febrero de 2014

Imaginaciones

A veces te sentiste solo.
La televisión apagada te devolvía la imagen
de un ser minúsculo y confundido.
Las llamadas de los otros eran como de sirena
lejana y peligrosa. Una locura más, un riesgo más,
la muerte en forma de sonrisa y ruido.
Mejor dormir, mejor observar la oscuridad,
con miedo de no estar siendo, en pausa angustiada.

Otras veces sonreías desde tu alta torre de luna:
eran tuyos los reflejos, la triste marea humana,
los acordes del piano, sus reverberaciones,
la cantidad de pasos que unas piernas podían dar
mientras se formaba el silencio, gozoso.
Eran las sorpresas, el reto de la idea, la forma
que tomaban los extraños en el borde de tus labios,
detrás de tus ojos, hasta que se separaban
de sus dueños y se convertían en tus criaturas.

Y así también llegó el tiempo en el que te replicaste
en otro completamente distinto
y tu vida no era tuya si no era la del otro
y los pasos no tenían sentido si no se daban en conjunto
y la vida ya no era más que proyecto y camino;
sin torres vigías alumbradas por la luna,
sin reflejos mudos de superficies opacas.

Sólo ese andar, siendo con el otro.

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